jueves, 2 de febrero de 2012

Setenta y Cuatro

Cómo pesaba el aire
que te envolvía
y cómo volvía el peso
de tu desaire
Cada vez que la ira
desviaba tu paso del mío.
Libabas mi sed,
sedabas mi risa...
Revolviste en mí hasta verme
como un revólver vacío:
bello, vil e inútil.
Y yo, que pretendía, ilusa
velar tu calma, ordenar tu alma,
resistí tu trato casi como un reto
terrible y tétrico.
Hubiese soportado todo.
Aturdida y torpe
hubiese suplicado otro golpe
sólo por que ese gesto te uniera a mí

Y al final entendí que toda tu indiferencia
sólo era la deferencia que tenías con tu dolor
que ya estaba contigo mucho antes que yo

lunes, 26 de julio de 2010

Abajo

Tú vivías en el lado oscuro
y querías que yo te sacara
yo no sólo no pude
-eso, cariño, era cosa tuya-
si no que caí contigo.
Y allá abajo, los dos
nos dimos cuenta de que no cabíamos
en ese pozo tan estrecho de tristeza.

Entonces tu oscuridad, que engendró a la mía
la devoró, como Saturno a sus hijos
no sé si porque temías ser destronado
en esto de la depresión
o era simple supervivencia.
Pero ahora que nuestras tristezas ya no viven juntas
la mía ocupa el mismo espacio
que antes ocupaban las dos
El mismo pozo
el mismo espacio
y no sé si era mejor al menos
tener compañía aquí abajo

Saraiva Rey

lunes, 22 de febrero de 2010

Hay mil maneras mejores de acabar así

.

Ni siquiera fue la historia que nos gustaría recordar
como algo trágico, histriónico
cinematográfico
ni siquiera podremos pensar que todo ese dolor
tenía algo de glamour
que era complicado, profundo y envidiado
Revestirlo al pasar el tiempo
con ese halo interesante
de "yo viví un amor fatal"
No.
Era dolor normal, casi vulgar.

Hay mil historias mejores que la nuestra



Saraiva Rey